“NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA”: EL VIRUS QUE CORONA

El 25 de marzo de este año, el canal CNN registraba la siguiente noticia: “El hijo de la reina Isabel II, heredero del trono, dio positivo por covid-19. Hasta el momento el príncipe de Gales experimenta síntomas leves y se encuentra aislado”. Desde luego, además de sorprender esta noticia, porque pareciera que la sangre azul no es igual de vulnerable a la del resto de los demás mortales, se prestó para muchos “memes” en las redes sociales, entre ellos, el que comentaba cómo si bien la corona inglesa le había sido esquiva al príncipe Carlos, otro tipo de corona había llegado a su vida. Por eso, con razón, Nieves, ingenioso personaje creado por la caricaturista, Consuelo Lago, el pasado 5 de abril, en El Espectador, concluía: “Ahora sí todos somos iguales”.

En Colombia, desde el 6 de marzo, fecha en que se conoció el primer caso de Covid 19, nuestra vida ya no es la misma. Y para quienes no somos ni médicos ni trabajamos en el área de la salud, nos embarga un sentimiento de enorme impotencia y frustración cuando escuchamos el vertiginoso ascenso del número de las personas infectadas y fallecidas. La letalidad del virus es contundente y nos intimida. Por ello, los gobiernos de muchos países han adoptado como una medida para conjurarlo, el confinamiento.

Pero en este universo tan complejo, nada parece absoluto. Y cómo, dice el escritor y pensador español, Ramón de Campoamor y Campo Osorio: “Todo depende con el cristal que se mire”. Es así como frente a un mismo hecho, pueden coexistir diferentes miradas que resulta cada una plausible desde el contexto y la subjetividad de cada observador. Por consiguiente, un mismo fenómeno puede ser interpretado bajo una mirada optimista o pesimista. En efecto, una expresión de la primera corresponde a la filosofía popular plasmada en el siguiente refrán: “No hay mal que por bien no venga”, en el que se sentencia que algo que trae inicialmente: dolor, caos, desazón o preocupación, puede contener también algo positivo o constructivo.

Pues, bien, algunos de los efectos de la expansión del Covid 19, “el virus que corona”, y las medidas dispuestas para evitar su propagación, entre ellas, el aislamiento social, pueden ser apreciados, también, a través del cristal del optimismo, como una oportunidad de cambio y renovación a través de algunos aspectos positivos que resalto así:

  • Autoconocimiento: Este tiempo nos ha ayudado a realizar un alto en el camino, conocernos mejor ante una situación atípica como lo es el aislamiento y establecer las verdaderas prioridades de nuestra vida.
  • Oportunidad para reinventarnos y sacar nuestra mejor versión: Con acierto, dijo Darwin que la especie que sobrevive no es la más fuerte ni la más inteligente, sino la que mejor se adapta a los cambios. Y es por esta razón que esta época exige nuestra renovación, a través de cambios que se sintonicen con esos nuevos desafíos. Es así como necesariamente debemos dar apertura a nuestra mente para ajustarnos exitosamente a las transformaciones que vienen día con día, por ejemplo: interesándonos por descubrir y aprender a manejar las nuevas herramientas digitales. Aventurarnos a ejecutar un proyecto, que sabemos somos capaces, pero que por temor renunciamos a él. O, simplemente, para modificar algunos hábitos o actitudes que nos impiden ser felices.
  • Fortalecer los lazos familiares: Gracias al encierro podemos compartir más tiempo con nuestra familia; cocinar juntos; ver películas; conversar sin límites. Y sobre todo saber más de cada uno. Desde luego, a veces, puede ser un reto convivir las 24 horas del día con el entorno familiar, pues cada uno demanda legítimamente su propio espacio. No obstante, la aplicación amorosa de reglas de respeto y tolerancia de los espacios propios de cada integrante de la familia y el reconocimiento de cada individualidad puede facilitar la convivencia.
  • Más tiempo para nosotros: Si bien, el teletrabajo implica igual responsabilidad y dedicación que el trabajo presencial, una adecuada optimización del tiempo, permite dedicarlo para nosotros mismos en tareas muy útiles, tales como: aprender on line un océano de temas que nos interesan, realizar ejercicio físico a través de tutoriales, meditar, practicar yoga, gimnasia, leer, escribir o escuchar buena música, por citar algunos ejemplos. De manera que, en cuarentena, para la gran mayoría, ya no existe la eterna excusa de: “No tengo tiempo”.
  • Retorno de especies animales y mejoramiento ambiental: Para nadie es un secreto que la naturaleza funciona mejor en el silencio y bajo la menor intromisión humana posible. Justamente, en estos días, las noticias registran el regreso de algunas especies a la ciudad, verbi gratia: un puma recorriendo las calles de Santiago de Chile; Ciervos Sika en Nara (Japón); mapaches en San Felipe (Panamá) o jabalíes en Barcelona. El agua de Venecia más clara por la reducción de taxis de motor, autobuses acuáticos y barcos turísticos. De hecho, en Bogotá, la calidad del aire ha mejorado tanto que hoy podemos abrir nuestras ventanas con la confianza de respirar un aire más puro. Igualmente, los pájaros regresaron para alegrar nuestro despertar. Así es, desde hace algunos días, desde las 4:30 am, mi reloj despertador fue reemplazado por el variado repertorio de una Mirla que canta desde un árbol de Eugenia cercano a mi ventana.
  • Comunicación con los viejos amigos y amigas: El aislamiento ha hecho que le demos mayor valor a la amistad, por lo que estos tiempos de cuarentena han servido para llamar a esos entrañables amigos y amigas que siempre han estado en nuestro pensamiento, pero que habíamos dejado de saludar por la prisa de cada día.
  • Despertar del sentimiento de solidaridad: Lastimosamente, el actual encierro ha perjudicado también a las personas más pobres, privándolas de los exiguos ingresos que antes del confinamiento les servían escasamente para sobrevivir. Sin embargo, esa situación ha servido para despertar el sentimiento colectivo de solidaridad, y demostrar la generosidad de los que tienen mucho, algo o poco. De hecho, algunos de esos nobles actos dieron lugar a la columna: “El virus que sacó a flote lo mejor del alma humana”, del escritor y periodista, Juan Gossaín

Y aunque resulta innegable que el problema de la pobreza tiene raíces estructurales, y no basta, como dice el proverbio chino, con dar el pez sino enseñar a pescar, parece un buen comienzo, entender que la necesidad del uno es la necesidad del otro y que, por tanto, a todos concierne en mayor o menor grado procurar su satisfacción.

  • Resurgimiento de la espiritualidad: A diario, algunas personas de manera individual o con sus familias destinan tiempos especiales, para mantener y fortalecer su vida espiritual, a través de la oración, la meditación o reflexión sobre mensajes de amor, fraternidad o esperanza. Un corazón animado y fervoroso resulta ser un gran aliado en todo tiempo.

Ahora, si bien, la era post confinamiento implicará esfuerzos personales y colectivos de índole extraordinario para asegurar un tipo de estabilidad que seguro tardaremos en lograr. La historia ratifica la capacidad de resiliencia del ser humano, misma que hizo posible que, después de la terrible Peste Negra, llegara, en los siglos XV y XVI, a Europa Occidental, el resplandor del Renacimiento.

Por tanto, esperemos con optimismo, según el refrán que se ha citado en el título de este ensayo, que esa transformación que ha llegado con un virus, sea constructiva en la comprensión del sentido de nuestra existencia, la verdadera finalidad de nuestro paso por este mundo; y el auténtico significado de nuestro ser superior, de la familia, de los amigos, del abrazo, del beso y del calor humano que ahora añoramos ávidamente, bajo la convicción de que: “Lo esencial es invisible a los ojos”.