¿POR QUÉ LE PASAN COSAS “MALAS” A LAS PERSONAS “BUENAS»?



Por: Gloria Dorys Álvarez García

No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así.” Shakespeare

El 4 de agosto de este año, Isra Seblani, había llegado tres semanas antes a Beirut para preparar su matrimonio. Justamente, cuando con una bella sonrisa lucía su impecable vestido de novia, para las sesiones fotográficas, frente al Hotel Le Gray, en el centro de Beirut, fue sorprendida por una gran explosión que se llevó parte de su vestido. En el video que registró el hecho y se hizo viral en las redes sociales, aparece un hombre que la socorre. Pero la onda expansiva se llevó por delante la vida de más 170 personas, dejó miles de heridos, decenas de desaparecidos, arrasado barrios y destruidas infinidad de viviendas. Más de 250.000 personas se quedaron sin techo. Esta tragedia llegó en el peor momento de la historia del pequeño país mediterráneo, de El Líbano, que no solamente ha sufrido los rigores del Covid-19, sino también de: la corrupción, la inestabilidad política, los efectos económicos y sociales de la entrada de miles de refugiados sirios y palestinos.

El 28 de noviembre de 2016, el vuelo 2933 de la compañía LaMia, que trasportaba al plantel del Chapecoense rumbo a Colombia para disputar la final de la Copa Sudamericana ante Atlético Nacional, se precipitó y acabó con la vida de 71 personas, la mayoría eran dirigentes, jugadores y cuerpo técnico del club brasileño. Fue la tragedia deportiva más grande de la historia de Sudamérica.

Como estas vicisitudes, ocurren otras, que nos hacen pensar que la vida, a veces, no es justa. Y por eso, en algún momento de nuestras vidas nos hemos hecho estas preguntas: ¿Por qué a las personas “buenas” les pasan cosas “malas”?, ¿Por qué a mí?, ¿Por qué el sufrimiento parece enseñarse conmigo? De hecho, la vida de Job, el hombre de la fe, se constituye en el mejor ejemplo para ilustrar esta preocupación, en la que en los días de tribulación, sus amigos cuestionaron:¿Es justo que el bueno sufra mientras los malvados gozan?”

Para responder a esta cuestión, es fundamental aclarar, primero, que los conceptos “bueno” y “malo” son muy relativos. De hecho, muchos filósofos se han desvelado tratando de encontrar una respuesta que precise y delimite su significado.

Así, en la filosofía existen dos posturas extremas: Para Rousseau, el hombre es por naturaleza un ser bueno. Mientras que para Hobbes: “El hombre es un lobo para el hombre”.

Erich Fromm, autor de libros como El arte de amar, eEl corazón del hombre, plantea una visión más plausible, en la que sostiene que no existe una condición humana natural, en la que pueda predicarse que el hombre sea bueno o malo, sino un conflicto humano existencial: por un lado, somos animales con instintos, pero a diferencia de ellos, nuestros instintos no son suficientes para la supervivencia. En cierto modo, resulta que somos los animales más vulnerables. Por eso nos organizamos en comunidades que nos dan protección y seguridad.

Al margen de tan interesantes tesis; el concepto de “mala” persona tiene en el imaginario de la gente del común un lado objetivo, en el entendido que se reputa como tal a quien delinque o transgrede las normas y, los principios éticos y morales que imperan en una determinada sociedad. Con todo, definir quién es buena o mala persona, no es tan fácil. Pues, también comporta una perspectiva subjetiva, acorde con los intereses, convicciones, creencias, ideologías que cada uno defiende. De modo que esa clasificación depende del prisma de quien juzga. Razón por la que en ese juicio, cargado de bastante subjetividad, la mayoría de los seres humanos tienden a pensar que están en el lado de los “buenos”.

Dicho lo anterior, debe precisarse: Qué debe entenderse por cosas “buenas” y cosas “malas”, en el contexto del lenguaje que usualmente se emplea cotidianamente:

Pues, bien, una “cosa mala” corresponde a un acontecimiento que causa sufrimiento, tristeza, congoja, desazón, decepción o preocupación, como por ejemplo: la muerte de un ser querido, la enfermedad, la pobreza, el desempleo, un accidente, un robo, la quiebra de una empresa, etc.. Y en ese contexto, es posible afirmar que algunas de estas situaciones ocurren como consecuencia del determinismo biológico, de conductas u omisiones propias de quien las padece. O también, como el efecto de acciones u omisiones atribuibles a terceros.

Por ejemplo: el padecimiento de una enfermedad puede deberse a una causa genética. Ya que, así como heredamos las fortalezas de padres y abuelos, también en nuestro ADN están todas sus vulnerabilidades. De manera que la herencia será la que determinará las dolencias y afecciones que nos aquejaran por toda la vida y las que serán la razón para que la “parca” o la “huesuda” nos lleven al Hades; en el mejor de los casos.

Otra hipótesis puede relacionarse con algunos desafortunados hábitos de nuestras vidas, falta de previsión, desorden o falta de planificación con el tiempo. Por ejemplo: En el primer caso, si falto a la precaución de abstenerme de contestar el teléfono en la calle, es probable que sea víctima de un robo o de un accidente de tránsito. También puedo incurrir en un error de planeación si me levanto tarde, ya que dispondré de menos tiempo para la rutina diaria, por lo que deberé correr y precipitarme, y como vaticinan las abuelas: “del afán no queda el cansancio”. Por el afán riego el café sobre la blusa, salgo, me estrello contra alguna puerta de vidrio. Y de allí toda clase de contratiempos seguirán ocurriendo uno tras otro en el efecto dominó.

A diferencia de los anteriores ejemplos, también existen insucesos en los cuales la acción u omisión del afectado no tiene ninguna incidencia en su desenlace. En efecto, en la explosión de Beirut y al accidente aéreo del Chapecoense, el fatal desenlace provino de la negligencia de terceros y no de sus víctimas. Es decir, allí la ley del karma no operó. Así, la devastadora explosión en Beirut tuvo como causa la falta de medidas de seguridad por parte de las autoridades locales en el depósito de 2.750 toneladas de nitrato de amonio. Y en el siniestro aéreo incidió la imprevisión de la aerolínea en no contar con la reserva del combustible suficiente para atender la contingencia.

Entonces al volver a la pregunta: ¿Por qué a las personas “buenas” les pasan cosas malas”? , se debe advertir que la formulación de esta pregunta envuelve dos errores conceptuales:

El primero, atribuir la cualidad de “buena” o “mala” persona de una manera absoluta, sin establecer los diferentes matices ni considerar los diferentes roles que una persona puede desempeñar en su vida. Así, por ejemplo: pareciera que el respeto por la institución familiar fuese una preocupación exclusiva de las personas de bien y, por tanto, ajena a los delincuentes. Sin embargo, ello no siempre es así, ya que quienes fueron parte de las estructuras delincuenciales de la mafia italiana tenía dentro de su decálogo un respeto muy especial por su familia, para la muestra, Alphonse Gabriel Capone, más conocido como Al Capone o Al Scarface Capone, quien inspiró la película Scarface. De quien, Daniel Samper Pizano, en su libro Camas y Famas, destaca: “Al Capone fue mafioso y asesino pero un modelo como marido, aunque trajo la ruina a su familia.”

E igual, ser siempre “buenos “, obrar correctamente, pensando en el bien común y en el bienestar de los demás no es tan fácil; implica, a veces, salir de nuestra zona de confort, de la tendencia a la pasividad y tolerancia con las situaciones inequitativas o injustas. Con razón, decía Martin Luther King: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos.” O como lo sostiene Rousseau: “No hacer el bien ya es un mal muy grande”. De hecho, en la parábola de El Buen Samaritano, el evangelio de Lucas relata cómo un sacerdote y un levita, reputados hombres de bien, a pesar de que en el camino encontraron a un hombre en desgracia, nada hicieron y pasaron de largo. Mientras que un hombre sin ninguna notoriedad pública o religiosa, nombrado en esa historia como el Buen Samaritano:”Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35 Al día siguiente, sacó dos monedas de plata[c] y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”

Y el segundo error, de la pregunta, de por qué a las personas “buenas” les pasan cosas “malas”, desconoce que no existen “cosas buenas”, ni “cosas malas”, ya que solo existe la realidad (la enfermedad, la muerte, la pobreza, etc.), a la que nos sometemos por el solo hecho de vivir, por nuestra simple condición humana de seres finitos, vulnerables y frágiles.

En un texto escolar que todavía conservo: Compendio de Historia Universal, de Nicolas Gaviria, encontré la siguiente enseñanza, de los ascetas búdicos, que nunca se me olvida: si los insultan, agradecen “porque no les dan palo”; si los apalean, agradecen “porque no los matan”; y si los matan piensan al morir: “son buenos los que así me tratan porque, a costa de tanto dolor, me libran de este cuerpo impuro.”

Por su lado, San Agustín, el gran filósofo cristiano, al abordar, desde el enfoque metafísico y neoplatónico los conceptos del bien y del mal expresó: “Nunca Dios permitiría un mal sino fuera lo suficientemente poderoso para sacar de ese mal un bien mayor.” Y si bien, esta frase no es afortunada en la utilización de la palabra “mal”, en su esencia resulta acertada en sostener que detrás de un problema, reto o desafío puede esconderse una gran oportunidad para mejorar y crecer como seres humanos.

Si hemos sufrido de frío, el abrigo nos hará sentir mayor sensación de bienestar; si hemos padecido la soledad, volver a la cálida compañía, permitirá valorar la importancia de la familia o de los amigos; si hemos estado enfermos en la cama de un hospital, nos volveremos más considerados con los que están en esa situación. Vivir en la austeridad y en la pobreza material, nos motivará a desarrollar los talentos del ingenio y de la recursividad con los escasos recursos. No es de otra manera cómo los seres humanos aprendemos a valorar la importancia de lo que tenemos y a saber de lo que está hecha la felicidad y la tristeza.

En conclusión, como dice Shakespeare: “No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así.” En el universo no hay cosas ni buenas ni malas. Cuando algo sucede no hay más remedio que aceptarlo, dejar que pase y encontrar la oportunidad que nos brinda. La resistencia a aceptar una determinada situación solo genera sufrimiento y nos priva de disfrutar de nuestra paz interior.

Hakuna matata1. Sin preocuparse es como hay que vivir.

1Hakuna Matata es una frase del idioma swahili o suajili, una lengua hablada en el este de África, que ha sufrido influencia del árabe y otros idiomas. La expresión Hakuna significa ‘no hay’, y la expresión matata significa ‘problemas’. Esta expresión se hizo famosa por una de las canciones de la película El Rey León.