¿ CARPE DIEM O LA NOSTALGIA DE QUE TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR?
En la película “Media Noche en París”, Gil Pender, un nostálgico guionista estadounidense que intenta concluir su primera novela en torno a un hombre que trabaja en una tienda de nostalgia, tiene una experiencia mágica. Luego de una noche de cata de vinos, Gil camina un poco ebrio por Paris hasta perderse. Todo se ve normal, pero, al llegar las doce en punto, un auto antiguo aparece, lo recoge y asombrosamente se embarca en un viaje al París de los años 20.
Ahí, conoce a sus ídolos literarios y a muchos artistas de la época como: los esposos y escritores Scott y Zelda Fitzgerald; el compositor de música popular, Cole Porter; el nobel de literatura y periodista, Ernest Hemingway; la literata, Gertrude Stein ; los pintores y escultores, Salvador Dalí y Pablo Picasso; como también a la amante de este último, Adriana, con quien, pese a ello, Gil tendrá una relación amorosa.
Sin embargo, hay una inconformidad común en estos dos personajes. Pues, tanto Adriana como Gil no están contentos con las épocas en la que les tocó vivir, dado que siempre están evocando una época anterior a la suya. Así, Gil, entre más tiempo pasa con estos héroes culturales de la París bohemia de los años 20, más insatisfecho está con el presente y siente nostalgia por los años 20. Mientras que Adriana añora el tiempo glorioso del Paris de los años 1871 a 1914, conocido como, la “Belle Époque”.
En efecto, el carruaje transporta a los pasajeros a la “Belle Époque”, una época que Adriana considera como la Edad de Oro de París. Allí, se trasladan a los principales centros nocturnos de entretenimiento, como el “Moulin Rouge”, donde se encuentran con los artistas: Henri de Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin y Edgar Degas. A quienes, Gil, indaga sobre cuál fue la mejor época, y quienes no dudan en contestar, al unísono, que fue el Renacimiento.
No obstante, cuando Gil cae en cuenta que nadie está contento con la época en la que le correspondió vivir. Ya que diferentes personas anhelan distintas «edades doradas», deduce que, a pesar del encanto de la nostalgia, cualquier momento puede, eventualmente, convertirse en un «presente aburrido», por lo que concluye que es mejor abrazar su presente real. De modo que decide abandonar a Adriana para volver al año 2010 e instalarse en Paris.
Esta película dirigida por el célebre y polémico Woody Allen y ganadora de los premios Oscar, Globo y Goya, lleva a una reflexión muy interesante en torno a la idealización del ayer a través de la nostalgia, así como a la importancia del pasado, presente y futuro en las preocupaciones humanas . ¿Pero qué es la nostalgia?, ¿Por qué tenemos la tendencia a pensar que todo lo pasado fue mejor?, y ¿Qué es lo más importante en lo que debemos concentrar nuestra atención para ser felices: el pasado, el presente o el futuro?
Así, la mejor definición de nostalgia, en mi opinión, es la traída por el columnista de BBC Future, Tom Stafford, cuando señala: “El pasado no sólo es un país extraño, sino que es uno del cual todos estamos exiliados. Y al igual que en todos los exilios, a veces añoramos volver. Ese anhelo se llama nostalgia.”
En “Vivir para Contarla”, García Márquez describe magistralmente algunas escenas autobiográficas sobre hechos simpáticos, pintorescos, pero también particularmente contradictorios, en los que los singulares habitantes de Macondo añoran la época de la prosperidad económica que habría traído a la región la multinacional estadounidense, United Fruit Company, a través de los adelantos propios de la modernidad, a modo de ejemplo: la luz eléctrica, el cine y el tren. De manera, que nuestro Nobel de Literatura deja claro en esta obra cómo la memoria colectiva macondiana prefirió quedarse con los recuerdos cómodos y positivos que les trajo el auge económico bananero, para desechar de su memoria los incómodos y negativos de la explotación laboral. De ahí que dice: “La nostalgia, como siempre, había borrado los malos recuerdos y magnificado los buenos.”
Todo lo anterior, lleva a pensar que en todas las etapas de la historia universal siempre ha habido encantos y desencantos: desigualdad social y económica, discriminación, guerras, homicidios, crímenes, pujas por el poder donde se han manifestado los peores defectos de la raza humana. Pecados de los que ni siquiera se salvó “La Belle Époque”, que aunque fue conocida por el esplendor cultural, artístico y económico de Francia, por Monet o Degas y por los icónicos cabarets: “Chat Noire”, “El Moulin Rouge” o por la “Casa del Can Can”. No lo fue tanto, pues si bien fue un periodo de mucha prosperidad para los más ricos, fue de mucha desigualdad y explotación para los más pobres. De manera que su nombre “Belle Époque” parece haber sido más bien el resultado de una etapa que se miró con nostalgia por haber precedido a la Primera Guerra Mundial. Como el que le podríamos asignar al tiempo que antecedió a la pandemia Covid-19, por corresponder a una época en la que no imperaban las restricciones que hoy existen al acercamiento físico entre personas.
Contrario sensu, hay buenas razones para cuestionar la frase de Jorge Manrique, cuando dijo: “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Ya que su misma formulación resulta inexacta en cuánto al alcance de la expresión “mejor”: ¿mejor en qué aspecto?. Con todo, puede decirse que, pese a algunas involuciones en la historia de la humanidad -escasa importancia de los valores humanos y cívicos, por ejemplo-, sí ha habido progreso en algunas áreas: (i) Hoy, el promedio de vida es mayor que el de antes; (ii) Algunos grupos, como el de las mujeres, ha logrado importantes conquistas sobre sus derechos; (iii) paulatinamente, va tomando fuerza la preocupación por el cuidado y conservación del ambiente; y (iv) los avances tecnológicos y científicos han implicado también un mejoramiento en las comunicaciones y en la calidad de vida.
Ahora, si intentamos responder la misma pregunta, ya no frente a las épocas históricas, sino al pasado, presente y futuro de un ser humano, la respuesta podría estar en la definición de una fórmula en que se mezclen estos tres tiempos de una manera integral, equilibrada y armónica:
El pasado: Ver el camino que se ha recorrido es necesario para reafirmar de qué estamos hechos, saber de nuestro tesón, la fortaleza y capacidad de resiliencia. Conocer nuestra propia historia nos permite saber de dónde vinimos, quiénes somos y evaluar los errores del pasado para no repetirlos. Con todo, dentro del inventario de recuerdos, la mente humana debe ser capaz de realizar un tamizaje de la clase de recuerdos para erradicar los que entristecen, enferman o envenenan el alma a fin de dejar solamente los constructivos y positivos. Positivos, como la nostalgia feliz y saludable, tal y como la entienden los japoneses con la palabra natsukshi- La nostalgia de algo que recuerdas con cariño-, solazando el espíritu con el recorrido de las antañas fotografías del álbum familiar, escuchando la música o leyendo las revistas, los libros o los comics de la infancia y la juventud; O recordar cómo se conoció al primer amor.
El presente: El aforismo “carpe diem”, muy de moda por estos días en la literatura de la auto superación, acuñado por el poeta romano Horacio y que se ha traducido como: “vivir el aquí y el ahora”, también debe aplicarse de una manera armoniosa, en el sentido de vivir intensamente y disfrutar el presente, sin subvalorar la importancia del futuro y del gusto por soñar. Al punto que el doctor Ryan Howell ha propuesto su morigeración como: “carpe diem equilibrado” que, a su juicio, consiste en “vivir el momento para aumentar las emociones positivas y las relaciones sociales, pero siendo conscientes de nuestra capacidad financiera”, sin dejar de lado la planificación de la economía doméstica. Una fórmula para alcanzar la felicidad, sentencia este psicólogo, que nos permitirá disfrutar del presente sin influir negativamente en el futuro.
El futuro: Mirar, desde el presente, al futuro, soñando y organizando planes. Sin angustia, ni preocupación, o exceso de ansiedad, pero sí con confianza en sí mismo, compromiso y determinación. Así, algunas veces, el solo hecho de pensar en un hecho que ocurrirá en el futuro de por sí genera una alegre expectativa. Como en “El Principito”, cuando su amigo el Zorro le expresa al Principito: “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, a partir de las tres empezaré a ser feliz. A medida que se acerque la hora me sentiré más feliz. Y a las cuatro, me agitaré y me inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, no sabré nunca a qué hora vestirme el corazón… Los ritos son necesarios.”
Por tanto, queridos amigos y amigas: Ninguna época de la historia puede considerarse de modo absoluto como la mejor o la peor. Del mismo modo, los tiempos de la vida de un ser humano –pasado, presente y futuro- confluyen y se articulan como una sola integralidad. En donde ninguno debe pesar más que el otro en la construcción de la felicidad. Por ello, debe aclararse que el pensamiento excesivo y predominante de cualquiera de estos tres tiempos puede derivar en consecuencias nocivas para la salud mental y emocional:
En efecto, pensar mucho en un pasado triste puede llevar a la depresión. Al igual, anquilosarse en el pasado y negarse aceptar los cambios puede significar la negación del presente. Lo propio sucede cuando la atención se concentra exclusivamente en el presente sin responsabilidad en las consecuencias futuras, ya que esta forma de concebir la vida solo logrará una felicidad efímera y fugaz con un futuro incierto. De igual manera, cavilar desproporcionadamente en el futuro puede generar ansiedad o angustia.
De modo que la mezcla de estos tres, tal como si fuera una receta de cocina, debe hacerse en partes iguales, en una forma armoniosa y equilibrada con la convicción de que existe un pasado que trae aprendizaje, crecimiento personal, o, a veces, nostalgia; también, un presente que ha de tomarse del universo como un regalo para vivir y disfrutar intensamente, pero con responsabilidad de sus consecuencias; y, desde luego, un futuro en el que el hombre es el creador, inventor y forjador de sus propios sueños.
Por esa razón, con sabiduría, Buda dijo: “Lo que hoy somos descansa en lo que ayer pensamos, y nuestros actuales pensamientos forjan nuestra vida futura: nuestra vida es una creación de nuestra mente. Si un hombre habla o actúa con una mente pura, la dicha lo seguirá como una sombra”.
Hoy es siempre – Gustavo Adrián Cerati.
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