¿ MIEDO A ESTAR SOLO O ALEGRE DE ESTAR SOLO?

Por: Gloria Dorys Álvarez García

Si te sientes solo cuando estás solo, estás mal acompañado” Jean Paul Sartre

Robin Williams ​fue un actor y comediante estadounidense, ganador de un premio Óscar, cinco Globos de Oro, un premio del Sindicato de Actores, dos premios Emmy y tres premios Grammy. Pese a su gran éxito, luchó con problemas de bipolaridad y depresión que lo llevaron a un triste desenlace el 14 de agosto de 2014. Fue una verdadera paradoja que hubiera logrado trasmitir tanta alegría a su público, mientras su corazón se sentía triste. Aunque vivía acompañado, de su esposa, murió sintiéndose solo, por lo que alguna vez dijo: “ Solía pensar que la peor cosa de la vida era terminar solo. No lo es. Lo peor de la vida es terminar con gente que te hace sentir solo”.

Hablar de soledad no es nada fácil, porque se trata de un concepto muy complejo que involucra nociones como: El ejercicio de la libertad (soledad elegida), en contraste con la necesidad del ser humano de relacionarse en sociedad y obtener mayor seguridad (compañía). Desde luego, en los casos extremos podemos ubicar: Por un lado, al ermitaño y en el otro al que sufre del miedo irracional a estar solo (auto fobia).

De hecho, para algunos autores como, Sócrates, en su libro la Política: “El hombre es un ser social por naturaleza«, razón por la que la compañía es una condición inherente que le permite a la persona vivir y participar en la comunidad. No obstante, pensadores, como Nietzche, ven en la soledad una gran virtud: La valía de un hombre se mide por la cuantía de soledad que aguanta.”

Ahora, a mi modo de ver, dentro de las clases de soledad, está la soledad elegida, como expresión de la libertad y autonomía y como senda para auto conocerse; aclarar ideas y sentimientos; crecer espiritualmente; reflexionar y meditar, como lo hace el personaje de Zaratustra de Nietzche en “ Así habló Zaratustra”; dialogar interiormente; elevar el espíritu; contemplar; crear, o, simplemente, para disfrutar de un gusto especial que no es fácil compartir con otros, o de la soledad que se requiere para escribir este humilde blog.

De algún modo, como lo dice Sartre en su frase: “El infierno son los otros”, el vivir en sociedad necesariamente implica adaptarnos y adecuarnos a los otros, a sus costumbres y a sus códigos de conducta. Pero en la soledad elegida, en esa isla o burbuja de confort que crea ese aislamiento, pareciera haber un espacio para liberarse de las reglas y cánones sociales para expresar más nuestra esencia, disfrutar de mayor libertad, y transitar, así, por el camino que conduce a la autenticidad, tal como lo diría, Ortega y Gasset.

Pero también está la soledad impuesta que, a diferencia de la anterior, no se busca, sino que por circunstancias de la vida se padece. Esa soledad fría que nos aterra, y que es el destino quien la trae. Esa que demanda de nosotros una gran dosis de madurez emocional y espiritual. En la que la persona tiene miedo a quedarse sola consigo misma, creyendo que para lograr la felicidad necesita de otra persona, tal y como ocurre en algunas relaciones de pareja que subsisten no por amor, sino por apego y dependencia emocional.

Ahora, pareciera que los términos: soledad y compañía necesariamente fueran opuestos. Sin embargo, en la frase del actor, Robin Williams, se pone en evidencia la terrible posibilidad de sufrir de soledad aún con compañía; originada, quizás, por el desamor, el desinterés o la indiferencia del otro o de los otros, como ocurre en algunos hogares donde a pesar de compartir un mismo techo, no hay conexión, ni empatía como tampoco comunicación.

Por tanto, ante esa ineludible realidad, la clave de la solución puede estar en la sana actitud del ser humano de utilizar o encarar sabiamente la soledad. Pues, algunas veces ésta puede convertirse en una gran fortaleza cuando sirve para construir, pero en otras, puede resultar una debilidad, dada la vulnerabilidad de aquel ante particulares circunstancias, en cuyo evento, el acierto estará en acudir a ese gran poder que vendrá de una compañía constructiva y positiva. De ahí, como dirían las abuelas: “Uno se hace al ambiente”. Es decir, simplemente, se adaptará dúctil e inteligentemente al momento, haciendo de la compañía o la soledad una aliada, según corresponda a cada situación.

Ojalá, la Semana Mayor se constituya en el tiempo para reflexionar sobre la bendición de contar con la compañía de la familia, de los amigos y de los seres bonitos que nos rodean. Igual, para quienes buscan la soledad constructiva, que ésta sea la oportunidad propicia para el crecimiento personal y para aceptar el reto de sentirse a gusto con el propio yo. Del mismo modo, para meditar, orar, extasiarnos y contemplar la creación divina. También, para acercarnos al otro. Y, si bien, no es fácil cumplir el mandato de amar al prójimo como a uno mismo, como lo ordena la Biblia en Mateo 22:37, al menos, se puede intentar tratar con amabilidad y empatía al prójimo: Un saludo, una sonrisa, un gesto amistoso, una respuesta considerada, o un acto de solidaridad; aliviarán la carga de quien se siente solo o sola en el trasegar por este mundo.

La soledad es una realidad, puede ser una aliada o una enemiga, tan bella como fea, tan dulce como amarga y tan lejana como cercana; entonces, como dice el cantante, Rolando Laserie: “Hola, soledad. No me extraña tu presencia.”